VIDA CONTEMPLATIVA

Camina en mi presencia y se perfecto. (Gen 17:1)

La razón de ser de la Consagrada es la de enamorarse de Jesucristo hasta el punto de ser viva memoria suya. Por eso la Consagrada, para expresar su amorosa entrega a Jesús, ha de aprender a orar en todo momento sin desfallecer. Los meses de vida conventual son precisamente para ejercitarse en el camino del perfecto amor a Dios. Cuando se encuentre en casa la Consagrada ha de imitar a María a los pies del Maestro sabiendo que Él es el único necesario. Nuestra Santa Regla dice: “Es en la oración que la Consagrada se acerca a Dios, se llena de luz y fuego, se enamora de Aquel a Quien se consagró y se fortalece para llevar Su palabra a los más alejados.”

La Fuente y Cima de Nuestra Vida

El centro de nuestra vida es Jesús en la Eucaristía. Empezamos nuestro día dándole a Él las primicias con una hora santa frente al Santísimo Sacramento. A lo largo del día nos reunimos en la capilla para celebrar la Liturgia de las Horas y otras oraciones comunitarias. Diariamente hacemos una visita comunitaria a Jesús Sacramentado usando las meditaciones de nuestro Padre San Alfonso, además cada una de nosotras hace visitas cortas a Jesús en el Sagrario a lo largo del día buscando momentos entre las actividades para estar a solas con Él.

La cima de nuestro día es la Celebración Eucarística cuando recibimos a nuestro Amado en la Santa Comunión. Sabemos que Jesús Eucaristía es nuestro alimento espiritual, nuestra fuente de Gracia, la Presencia Real de Dios entre nosotras, en una palabra, es todo para nosotras. Cuando vamos a las misiones, nuestra meta es acercar a las personas a Jesús en este Divinísimo Sacramento, primero predicando sobre la Eucaristía como prenda suprema del amor de Dios, y después animándolas a hacer una buena confesión y a vivir en la Gracia de Dios para poder recibirlo siempre.

La Madre de Dios y Madre Nuestra

Del mismo modo que, para San Alfonso, como para nuestro fundador el Padre Pablo, para nosotras la Santísima Virgen María es nuestra Madre en el Cielo a quien queremos amar y en quien queremos confiar como sus hijas más pequeñas. Consagramos a ella nuestra vocación y encomendamos en sus manos nuestra perseverancia. Empezamos y terminamos cada día rezando tres Aves Marías en honor de la pureza de nuestra Madre y Reina, pidiéndole su ayuda para ser puras como ella. Para demostrarle nuestro amor filial, rezamos el Santo Rosario diariamente, el Ángelus tres veces al día y ofrecemos cada sábado en su honor.

La veneramos particularmente bajo el título de Madre del Perpetuo Socorro y nos esforzamos, como toda la familia redentorista, en darla a conocer. Un elemento fundamental de nuestras misiones es edificar a las personas en el amor a la Virgen Santísima y de inculcar en ellos el rezo diario del Santo Rosario.

Un Día Normal

La vida conventual de la Consagrada es dividida entre tiempos de estudio, trabajo, recreación y oración, todo llevado a cabo dentro de un ambiente comunitario muy familiar.

Empezamos nuestro día con la exposición del Santísimo Sacramento. Primero rezamos el Ángelus, el invitatorio de la Liturgia de las Horas y hacemos una meditación de media hora sobre la virtud del mes, seguido por la celebración de Laudes y Oficio de Lectura. Leemos todos los días el Santo Evangelio durante por lo menos quince minutos. Estando en casa tenemos un horario específico de trabajo y estudio por las mañanas hasta el mediodía, cuando nos congregamos en la capilla de nuevo para hacer nuestro examen de conciencia, rezar letanías y hacer una Visita a Jesús Sacramentado. Normalmente sigue el rezo de la Hora Intermedia. El Santo Rosario lo rezamos todos los días en comunidad, al igual que la Coronilla de la Divina Misericordia, la cual mayormente rezamos a las tres de la tarde. Antes de celebrar las Vísperas, hacemos una meditación de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, de media hora, basada también en los escritos de San Alfonso. Al final del día rezamos Completas, con una pequeña introducción a la meditación que corresponde al día siguiente. Después de Completas guardamos silencio hasta el día siguiente, para que nuestra alma se una al Amado en el silencio. 

Caridad Fraterna

La base de nuestra vida conventual es la caridad fraterna, por lo cual, la caridad apremia en primer lugar a nuestras hermanas de comunidad. Nuestros ratos de recreación tienden a eso también; jugamos algún deporte, algún juego de mesa, y en algunas ocasiones vemos una película con un buen mensaje o de un santo.

Llamándolos Días de Estrella, celebramos con gran gozo las solemnidades de Jesús y María, las memorias de los apóstoles, las fiestas de San José, Santa María Magdalena la penitente, Santa Teresa del Niño Jesús y San Miguel Arcángel, además de nuestros santos redentoristas empezando por Nuestra Madre del Perpetuo Socorro, San Alfonso María de Ligorio, San Gerardo Mayela, San Juan Nuemann, San Clemente María Hofbauer, el Beato Francisco Javier Seelos, y la Beata Sor María Celeste Crostarosa, entre otros. También son días de especial festividad los cumpleaños de las Hermanas, así como el día del aniversario del natalicio y de la muerte de nuestro fundador el Padre Pablo C.Ss.R.

El Silencio y el Recogimiento

No importa lo que estemos haciendo, ya sea cocinar, cuidar de nuestros animalitos (pollitos, perritos borreguitos, marranitos etc.), limpiar la capilla o la casa, estudiar o cualquier otra cosa que la obediencia disponga, nuestro fin es hacer todo con y por Jesús. Por eso en nuestros conventos propiciamos un ambiente de silencio y tranquilidad que facilita el trato íntimo con el Esposo. Hay lugares y tiempos de silencio, de igual forma hay momentos apartados para la oración personal. Además, cada mes tenemos un día de retiro en silencio, y diez días de ejercicios espirituales al año.

Ya que Santa Teresita dice que “la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo,” sabemos que podemos orar en todo momento. Tratamos de hacerlo a través de jaculatorias, o, pequeñas oraciones que son como flechazos de nuestro corazón al Corazón de Jesús.

Compartimos algunos de nuestras favoritas:

-Jesús, mi Todo, Tú me amas y yo Te amo.

         -Jesús, en Ti confío.

         -Purísima Virgen María, ayúdanos.

         -Por tu Inmaculada Concepción, O Virgen María, haz puro mi cuerpo y santa el alma mía.

         -¡Madre mía, hazme amar a Jesucristo!